Revolución cultural vs. Folklorización

Rolando Barral Zegarra *
“La cultura nacional no es el folklore donde un populismo abstracto ha creído descubrir la verdad del pueblo”.
Frantz  Fanon

¿Descolonizar o folklorizar? Después de la publicación del artículo: “La Mentalidad del Folklorista”. “El Diario” (06-06-10), varios participantes, a través del correo electrónico, me pidieron que aclare los conceptos centrales del mismo. Porque algunos interlocutores se consideraban folkloristas porque sí, y otros solicitaron una explicación más amplia. Esta respuesta tal vez resulte tardía, pero no podía estar excluida en esta publicación.
El artículo se realizó en este contexto: dos grupos folklóricos se prestaron a difundir un spot publicitario en Puno, Perú. Dos danzas bolivianas como son  los “caporales” y a la “morenada”, se mostraron como suyas. Para el colmo, se mencionó que las danzas eran “Patrimonio cultural del Perú”. Los dos grupos folklóricos pusieron la música, su arte y su parte en el anuncio. La voz que relató también era un folklorista boliviano. Según informaciones de la prensa, estos dos grupos habrían cobrado 10 000 dólares cada uno, por su actuación. En el video clip, expuesto por un canal de televisión, se mostró de fondo la ciudad de La Paz y también el majestuoso Illimani. Ese es el contexto que, por razones de espacio, no se pudo incluir en el artículo de opinión correspondiente.
El Folklore fue creado como concepto y como disciplina por el inglés William John Thoms 1846. Claro está, responde a una concepción eurocéntrica y colonial. ¿Qué significa folklor? Quiere decir conocimiento, sabiduría tradicional de los pueblos. En otras palabras, sería una rama que describe el saber y las tradiciones populares. Como se podrá observar el folklor al igual que la etnografía y la antropología nacen en contextos de relaciones dominantes de los países colonialistas hacia los países periféricos y colonizados.
La lógica colonial se manifiesta en la estructuración jerárquica: de superiores e inferiores, de civilización y barbarie; de mayores y menores, etc. Occidente produce ciencia y Latinoamérica conocimiento popular (folklore). Nuestro continente fue considerado un territorio salvaje y bárbaro. Con esa cavilación se escribieron varios libros, entre los que se destacan: “Civilización y Barbarie” de Faustino Domingo Sarmiento, “Nicomedes Antelo” de Gabriel René Moreno, entre otros, donde se argumentan, la supuesta inferioridad indígena. La diferencia que se hace es que la “civilización” sería el referente superior y los bárbaros y salvajes deberían seguir sus pasos, como si la historia fuera lineal y repetitiva. Sin embargo, creer que las civilizaciones amerindias fueron bárbaras es un estereotipo colonial de infravaloración de aquello que no se conoce. Si muchos pensadores europeos hubieran escrito sus opiniones y obras desde Tiwanaku o Machu Picchu (Cuzco), sus versiones habrían sido diferentes.
Según Rodolfo Kusch (1970): “La cultura indígena es una cultura ritualizada”; el pensamiento del indígena es “seminal”, muy diferente a la lógica del europeo, es decir, estas culturas tienen otras cosmovisiones, otras lógicas porque responden a otras civilizaciones y a situaciones concretas. Por lo tanto, para Kusch: “La actividad cultural es la única que no deriva en cosas, sino en creaciones”. Sin embargo, el folklorista –añade Kusch– no se hace ninguna pregunta a fondo y su adhesión es casi patológica a los objetos. El no sabe del sentido revolucionario de la cultura, agrega.
La Revolución de la Cultura supone un cambio de mentalidad y de actitud. Es lo que Kusch ha cuestionado permanentemente a la clase dominante: que los latinoamericanos solo hemos administrado el pensamiento europeo y hemos pensado nuestras realidades con categorías foráneas. En realidad eso es el colonialismo; el negarnos a pensar por nosotros mismos, es discriminarnos y lo peor de la opresión es, el autodesprecio.
La folklorización significa caricaturizar nuestras culturas solidarias, es reducirla a la artesanía que se vende, al objeto que se oferta y la realidad que no se investiga y que no se piensa. La búsqueda de la identidad cultural y la autoafirmación es contraria a la colonización como sinónimo de civilización externa. Pero, tampoco debe significar encerrarnos. Debe expresar el diálogo con el mundo desde nuestras identidades. Es abrirnos sin perder nuestra cultura. De lo contrario, es lo que se ha llamado la alienación o la enajenación cultural. Dejar de ser “lo que se es”, es deshabitarnos y, como consecuencia,  los prejuicios gobiernan la razón más que los juicios críticos. Los contenidos extraños, actúan en los colonizados como dispositivos lógicos, emocionales y volitivos. En otras palabras, el colonizador actúa con sus valores y antivalores en el colonizado de forma directa e indirecta, así el colono procede inconsciente y hasta conscientemente en su vida cotidiana imitando al opresor.

En el campo psicológico, los complejos de inferioridad aunque se presenten como de superioridad, regulan los comportamientos de las personas. Por lo tanto, el colonialismo no solo es económico, político, social y cultural, es también pedagógico, psicológico y axiológico. Al señalar el aspecto psicológico nos referimos a la personalidad del sujeto colonizado, que se expresa de igual forma, en las actitudes y fundamentalmente en las emociones. No por casualidad, varias investigaciones en el campo psicosocial y antropológico han develado que la personalidad del oprimido, del excluido y del sometido tienen características emocionales de una idiosincrasia resentida, pasiva, conformista y aduladora. Pero la personalidad, como formación social, también se presenta como rebeldía con uno mismo y con los demás. Por ello, la Revolución de la Cultura es también cognitiva, emocional, de valores y de voluntades.

En resumen: el folklore desde su creación fue considerado como tradición popular, en contraposición al conocimiento científico, es desestimado como algo menor. Unos hacen ciencia, los otros administran ese saber reproduciendo las relaciones de dominación en diferentes ámbitos. Los procesos coloniales operan no solo en el campo económico, social y político, sino también en el campo pedagógico y psicológico. Lo folklórico es contradictorio en sí mismo,  porque fue ideado no para liberar, sino para someter. Y de lo que se trata es que la cultura contribuya a la emancipación. Mientras tanto, el folklore avanza en la dominación del cuerpo, la mente, la actitud y la voluntad, sin permiso de uno y de otros, aunque en el fondo sea un estupefaciente más. (28-03-14)

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